Esa noche soñé contigo y se hizo día. Aunque no me gustó, hubiese preferido alargar la noche, más sueño, más horas escondidos en la fantasía. Más tú y menos yo.
Yo a todas horas, yo a solas y con nadie y nada, sólo yo. No hay rincón donde esconderme y no me encuentre, no hay momento en tiempo muerto donde deje de girar esta rueda de ratones que de todo comen menos queso. Yo, cuerpo roto y roído por dentro sirviendo como cuna a mis propios deseos y pensamientos, mis ansiedades Ansiedad por no encontrar la forma o la manera de subir por la escalera, de encontrar la llave, la ventana que se abre cuando una puerta se cierra, el billete para el viaje sin retorno, el gran viaje. En nuevo encuentro. Te espero, más o menos agazapada en una realidad más que dudosa, refugiándome del helado páramo gracias a la llama de la última cerilla.
Quién fuese llama para calentar la esperanza del que te mira.
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