Al salir a los descampados infectados de semáforos en color ámbar, voy desacelerando, practicamente ya no ando... estoy volando. Esté fue mi relato.
Comienza a llover sin mojar el asfalto, los de plumas trinan, los de ruedas están en ello. Yo en mí ser más viajero y más humano me complazco con menos. Me salpica el barro fino, y las palabras malditas de los enfados rabiosos del resto de los ensordecidos y no me importa porque reluce desde dentro cada raíz y cada pétalo.
Me estiro, estiro mis brazos y mis manos hacia la punta de mis zapatos, agarro fuerte y tiro hacia arriba, invierto mi piel y el mundo es más autentico, mis sentidos más sensibles, sentimientos a flor de piel, menos petrificados, mucho menos humeantes a punto de desvanecerse a cada décima de segundo. A flor de piel cada gesto, cada mirada. Purificando, dulcificando al mismo tiempo olvidando, vivir para poder contarlo.
Comienza a llover sin mojar el asfalto, los de plumas trinan, los de ruedas están en ello. Yo en mí ser más viajero y más humano me complazco con menos. Me salpica el barro fino, y las palabras malditas de los enfados rabiosos del resto de los ensordecidos y no me importa porque reluce desde dentro cada raíz y cada pétalo.
Me estiro, estiro mis brazos y mis manos hacia la punta de mis zapatos, agarro fuerte y tiro hacia arriba, invierto mi piel y el mundo es más autentico, mis sentidos más sensibles, sentimientos a flor de piel, menos petrificados, mucho menos humeantes a punto de desvanecerse a cada décima de segundo. A flor de piel cada gesto, cada mirada. Purificando, dulcificando al mismo tiempo olvidando, vivir para poder contarlo.
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