En esa penumbra vi yo al felino, maullando pidiendo deseos a la regente de los Mayas. Soñando la miraba, con un brillo en sus ojos que se deshacía... pidiendo, soñando, deseando, anhelando....
Que sabré yo, que no entiendo a nada ni a nadie. Y quien seré yo para entenderlos.
Al paso de las horas el gato parecía ser ya de escayola, ni se movía, ni respiraba, solo miraba al frente, frío, congelado, estremecido, casi inerte. O eso era lo que parecía.
Transcurrieron las horas, y el sol fue empujando a la noche y cambiando el color de las cosas. Así que me acerqué con la esperanza de saber por qué tal hipnosis, durante tantas horas, durante tanto tiempo. Y pregunté.
- ¿Qué haces aquí minino, tan soñador?
-Esperar.
-¿A qué?
- A que el cielo me hable.
-¿Acaso puedes oírlo?
-Siempre que quiera hablarme, no solo lo oigo, lo escucho atentamente, para que no se sienta sólo.
- Eres un gato loco, ¿Lo sabes verdad?
-Jajajaja! miau miau ramiau... me estaba quedando contigo, no te lo tomes a mal!!
En verdad no estoy sólo- dijo- Tengo una amiga puliguita en mi oreja, que me susurra al oído, siendo la otra parte de mi conciencia y mi consciencia... pero la oigo a lo lejos, lejos... muy lejos,por ser tan pequeñita...
Por eso escucho atentamente en silencio. No puedo tocarla, ni olerla, ni toparle... como mucho ronrroneo al sol de la media tarde...y pido a la luna en silencio, sin que nadie más pueda molestarme.
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